No se sabe si, algún día, sus documentales se podrán ver en la ciudad que le vió nacer. Sus libros sí se pueden comprar.
Aunque está afincado en la capital de la intelectualidad norteamericana ha manifestado a algunos medios que «Alicante es una ciudad tranquila» y parece que le gusta.
Lo que ocurre con todos los genios que se van es que desarrollan sus proyectos donde encuentran la proyección que necesitan.
Artur Balder así lo hizo y, los resultados están a la vista, sus publicaciones, sus introspecciones en el mundo del cine y, quizás en el futuro, la música, su asignatura pendiente.
Algún día, como tantos otros, le veremos aparecer por aquí. Entonces tendremos que tener la generosidad de comprender que, si se marchó, no solo fue por él, a nosotros también nos llena saber que hay alicantinos por el mundo que mantienen muy alto el pabellón. Así es y así será.
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